Adoptar pequeños cambios en tu rutina diaria puede ayudar a frenar el avance de la ERC y proteger tus riñones a largo plazo. Controlar tu presión arterial —midiéndola con regularidad y siguiendo el tratamiento pautado— es fundamental para evitar un daño vascular adicional. Si eres diabético, mantener la glucosa estable y revisar tu hemoglobina glicosilada cada 3–6 meses reduce el desgaste renal asociado.
Incorpora al menos 30 minutos de ejercicio moderado, como caminar, nadar o ir en bicicleta, cinco veces por semana; el movimiento no solo mejora tu circulación, sino que también regula tu metabolismo. Evita el tabaco y limita el alcohol, ya que ambos incrementan el estrés oxidativo y empeoran la función renal. Un sueño reparador de 7–8 horas cada noche favorece la recuperación y ayuda a mantener la tensión bajo control.
Por último, realiza revisiones periódicas —analíticas de sangre y orina cada 6–12 meses— para detectar cualquier cambio a tiempo y ajustar tu plan de cuidado junto a tu equipo médico. Con constancia y seguimiento, estarás siempre un paso adelante en la protección de tu salud renal.